29/11/09

Algo sobre la FIL



http://www.fil.com.mx/

La poesía está reñida con todas las violencias


Rafael Cadenas al recibir el Premio FIL

http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61493.html


Al recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2009, el poeta y ensayista venezolano Rafael Cadenas disertó sobre la misión de la poesía en el mundo actual y frente a la violencia que se sufre en distintas latitudes. Dijo que la poesía está dentro y fuera de la historia y que se sitúa más allá de todo confinamiento ideológico. “Rechaza los fanatismos, ama la justicia pero quiere que no se acabe la libertad”, enfatizó el escritor.

Durante la inauguración de la 23 edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) donde le fue conferido el galardón, el llamado “Poeta del silencio”, afirmó que por su talante cordial, la poesía está reñida con todo tipo de violencia.

“Ya la ética no la seduce porque dejó de ser ingenua; hoy sabe lo que mueve a los héroes, sabe que ellos no desean verse, sabe que ignoran su sombra, pero éstas son sutilezas para nuestro mundo”, expresó.

El poeta le cedió también un espacio al pensador y al intelectual. Respaldado por su otra faceta, la de ensayista, Rafael Cadenas exhortó a los mexicanos a atender lo social y a cuidar su democracia aunque sea deficiente y casi nunca cabal. “Así evitarán que algún caudillo llegue al poder la destruya y se erija en dictador. La democracia es mejorable, la dictadura no. Aquella educa, ésta castra”.

¿Salva la poesía?

La ceremonia de inauguración estuvo presidida por Alonso Lujambio, Secretario de Educación Pública, acompañado por Antonio Villarraigosa, alcalde de Los Ángeles -invitada de la FIL-, Raúl Padilla, presidente de la Feria, y Consuelo Sáizar, presidenta de CONACULTA, quien le entregó el premio a Rafael Cadenas. Allí el poeta dijo que la misión de la poesía es ética.

El venezolano recordó que hace años en una lectura alguien le preguntó si la poesía podía salvar a la humanidad y él contestó que esa era una pregunta desmesurada, como para hacérsela a Dios o a Aristóteles y que más podría lograrlo la cultura, pero con apertura al misterio.

“Vivimos -dijo el escritor- dentro de la historia que es el ámbito donde se despliega a sus anchas la locura humana, la que se adquiere por normal, la del ego inflado que es el personaje tras la desventura actual”.

Yanet Aguilar Sosa / Enviada
Kiosko, El Universal
Domingo 29 de noviembre de 2009

15/11/09

El último profanador


Créase o no: Doctorado honoris causa a Fernando Vallejo en la Universidad Nacional de Colombia. ¡Bravo!


El último profanador
Alan Pauls

Creer o reventar, la Universidad Nacional de Colombia le otorgó un doctorado Honoris Causa a Fernando Vallejo (ex alumno de la casa de altos estudios), dando pie a una ceremonia ritual en la que el gran escritor reeditó su diatriba permanente e inalterable contra sus blancos favoritos: Colombia, el Papa, los pobres, las mujeres, el estado del idioma castellano. Y sin embargo, la visión de un Vallejo furioso no debería tomarse como un caso de desdoblamiento de un yo que puede ser tan amable y encantador con los animales. Se trata, quizá, del último artista con un profundo sentido de lo sagrado.


Hace unas semanas la Universidad Nacional de Colombia homenajeó a Fernando Vallejo concediéndole un doctorado honoris causa. Aspero ex alumno de la casa, el escritor se mantuvo fiel a su costumbre y aprovechó la pompa y la muchedumbre convocadas por la ceremonia para lanzar otra de las molotov con que revitaliza regularmente la relación que mantiene con su patria. “Un Papa colombiano es lo que falta”, recetó desde el púlpito. Carcajadas, aplausos. Vallejo –que cuando lee no soporta que lo interrumpan, ni siquiera para festejarlo– se apuró y hundió un poco más su puñal. “Pero ¿quién?”, se preguntó en voz alta. Silencio en el auditorio: saliva, temor y temblor. Y después, con un énfasis serio, crédulo, como de monólogo shakespeareano de kindergarten, él mismo se contestó: “¡Yo!”.

La candidatura no prosperó: el furor anticatólico de Vallejo es célebre, cien veces más célebre que los libros extraordinarios donde suele irrumpir, caprichoso como un latigazo obsceno. Pero dio paso a estrategias más accesibles y sin duda más eficaces: por ejemplo, sobornar al jefe de cónclaves del Vaticano para que voten por un Papa colombiano. Fue un gag, un pequeño exabrupto satírico, uno de esos números de terrorismo anti-patria de los que Vallejo suele jactarse en todo el mundo, pero que nunca ejecuta con tanta fruición –arrebatado por el mismo tenaz sadismo de víctima que Thomas Bernhard sufría y ponía en práctica con Austria– como cuando pisa el suelo de su país, del que se autoexilió hace cerca de treinta años.

Cualquiera puede seguir el discurso de Vallejo on line, aunque me temo que broadcasteada por YouTube su capacidad de perturbación se empobrece. Me tocó verlo en vivo en el Festival Hay de Cartagena, de pie, solito en el escenario abrumado del teatro Heredia, con 750 personas sentadas en el filo de sus butacas y otras 300 afuera, sin tickets, amenazando con tirar abajo las puertas del teatro si no las abrían, y debo decir que fue una experiencia. Habló contra la decadencia de Colombia, contra el Papa, contra la corrupción de la clase política colombiana, contra el narcotráfico, contra el Papa, contra la guerrilla, contra los viejos, contra el Papa, contra los Estados Unidos, contra el estado de la lengua en América latina, contra el Papa... Los temas eran apenas la agenda de cualquier sociedad latinoamericana en carne viva. El estilo que los encarnaba, en cambio, era todo.

En vivo, Vallejo no habla, no improvisa, no es un orador. Lee. Más que leer, en realidad, se adhiere con ojos y dientes a las páginas que escribió hasta que las termina, las extenúa, las vacía. La lectura pública es en él una variante de la posesión. Vallejo es lo que lee: un torrente aluvional, arrasador, sin puntos, ni comas, ni separación de párrafos, que vocifera con su voz opaca y el empecinamiento de un demente. Uno de esos diluvios bíblicos con los que a menudo termina sus novelas (La virgen de los sicarios, El desbarrancadero). Jamás mira al público. Ni siquiera parece registrarlo. Blasfema, experta en la imprecación, la injuria y el escarnio, sembrada de digresiones macabras à la Jonathan Swift, autor con el que comparte toda clase de distopías misantrópicas, la palabra de Vallejo es de algún modo como la de Dios –sobre quien escupe, desde luego– pero al revés, en versión subalterna, la versión del que no tiene nada que perder. Delirio de súbdito o de huérfano, es una palabra simple, directa, cruda, repetitiva: como los alegatos de las heroínas de tragedia griega, no tiene destinatario posible y está condenada a resonar, solitaria, entre las cuatro paredes del mundo.

En La desazón suprema, el retrato filmado que le hizo Luis Ospina en 2003, Vallejo aparece relajado y sonriente, de buen humor, como satisfecho, contestando preguntas con sensatez, celebrando un cumpleaños apacible y hasta husmeando con una dosis de enternecida nostalgia la casa familiar que en El desbarrancadero describe como una pesadilla o una tumba. Pero basta que una radio lo haga opinar sobre el político colombiano que propone secuestrar e incinerar la edición entera de La virgen de los sicarios para que el monstruo vomite sus llamaradas de ira.

¿Qué hay de sorprendente en ese contraste? Vallejo siempre ha sido el Increíble Hulk de la cultura latinoamericana. El desaforado que exalta el crimen en ficciones brutales y cultiva el hobby de llamar “hijoeputa” al presidente de Colombia es el mismo moralista de la lengua que debuta en las letras escribiendo una “gramática del lenguaje literario”, Logoi, inmenso archivo de citas, figuras y trucos retóricos excavados de la literatura occidental que recopiló, dice, “para aprender a escribir”, y cuya tesis borgeana establece que ya todo está escrito, que la literatura es ready-made, que la originalidad no existe y por lo tanto cualquiera puede ser escritor. La bestia que aboga por la muerte de los pobres y abomina de la reproducción de la especie es el mismo biólogo que alguna vez redacta un ensayo refutando a Darwin, el amante del reino animal que dona los 100 mil dólares del premio Rómulo Gallegos a la Sociedad Protectora de Animales de Venezuela y el amo derretido de amor que le cepilla los dientes a su perra ante la cámara de Ospina.

No hay dos Vallejo: hay uno, y es ése que desde hace un cuarto de siglo hace todo lo que hace y escribe todo lo que escribe en su propio nombre, diciendo yo, haciendo del yo, a la vez, el altar y el infierno donde se goza de lo que se aborrece: el paraíso de la abyección. Vallejo es lo que alguna vez mereció un nombre elevado y maldito: un profanador. Es decir: un hombre –quizás el último– con un altísimo sentido de lo sagrado.

En Radar libros, 8 de noviembre de 2009
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-3602-2009-11-15.html

14/11/09

Vínculo


Acabo de terminar de leer la novela Vínculo de Isabel Fonseca. Me gustó muchísimo. Es un texto inteligente, irónico, denso, que pone en escena la relación entre la fidelidad y la infidelidad. Las traiciones. El desgaste en los matrimonios. Habla también de la muerte, del paso del tiempo, del cuerpo. Sobre todo: del cuerpo. Del cuerpo gozoso, del cuerpo del placer, y - claro - de la otra cara de la moneda: del cuerpo enfermo, del cuerpo envejecido.
El título en inglés es Attachment que alude, a la vez, a fuertes lazos familiares o afectivos, y a los archivos adjuntos que pueden acompañar un mensaje de correo electrónico. Los dos sentidos tienen un papel fuerte en el texto. Pero ¡no les cuento más! Les aseguro que se van a enganchar desde las primeras páginas.
Vale la pena leer la nota que salió en El País hace unas semanas (12-09-2009): http://www.elpais.com/articulo/semana/Estados/Unidos/adoran/exito/Inglaterra/odian/elpepuculbab/20090912elpbabese_8/Tes
Ahí mismo viene un pdf con el comienzo de la novela.

Un dato más: Isabel Fonseca es hija del escultor uruguayo Gonzalo Fonseca y esposa de Martin Amis.

6/11/09

Algunos de los libros que me han acompañado esta semana

6 de noviembre de 2009

Maus, de Art Spiegelman. Memoria y literatura una vez más. Uno de los mejores libros que se han escrito sobre el nazismo y sus consecuencias. Y quizás uno de los más entrañables. ¿Qué lo hace diferente? Que se trata de un cómic. (Hablaré de esta maravillosa obra el domingo 8 de noviembre en W Radio http://www.wradio.com.mx/)



El mar, de John Banville. El duelo y la memoria del personaje principal, también narrador de este conmovedor relato, me han acompañado durante la semana (ida y vuelta MEX-GDL-MEX, como decía el boleto de avión de la FIL) y aún no puedo ni quiero desprenderme de su voz. Dicen por ahí que la de Banville es la mejor prosa en lengua inglesa.
Con qué ferocidad sopla hoy el viento, golpeando con sus grandes puños suaves e inútiles los cristales de la ventana. Es la clase tiempo otoñal, tempestuoso y despejado, que siempre me ha encantado. El otoño me parece estimulante, al igual que se supone que la primavera lo es para los demás. El otoño es época de trabajar, en eso coincido con Pushkin.



La muerte me da, de Cristina Rivera Garza. Me ha acompañado, por supuesto, como nueva ganadora del Premio Sor Juana. Gran novela. Inteligente, valiente, compleja, sensible. La presencia constante de Alejandra Pizarnik, la exploración del propio ejercicio de escritura, la presencia del cuerpo, le dan una muy interesante dimensión de profundidad a este thriller poco común.



Y un homenaje a Claude Levi-Strauss. ¡Salud Maestro!

31/10/09

Verloso de Felipe Soto Viterbo en W Radio

Para escuchar el comentario, vayan por favor a:

http://www.wradio.com.mx/programa.aspx?id=795393&au=900054

¡Ojalá les guste!

25/10/09

Nombrarlos a todos

Hoy aparece mi artículo "Nombrarlos a todos" en El Universal. Por si se les antoja leerlo, aquí va el enlace:

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/46078.html

18/10/09

Lenguaje e imágenes balbuceantes

“Palabras de sobrevivencia, palabras derrotadas, palabras
de ceniza, palabras para salvarnos” palabras e imágenes que
Sandra Lorenzano —autora de Escrituras de sobrevivencia y
Aproximaciones a Sor Juana— hila y entrelaza en este texto
en el que la guerra y el horror; los nombres y las ausencias; el
pasado y el presente hablan por sí mismos.


Si quieren ver el artículo, está en:
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/2506/pdfs/76-80.pdf

11/10/09

La cama es mi Plaza de Marrakesh

En el suplemente Kiosko de El Universal de hoy aparece mi artículo "La cama es mi Plaza de Marrakesh".

Mañana lo subo al blog. Prometido!

4/10/09

"La justicia" en la Suprema Corte

En El Universal de hoy

México D.F., a 4 de octubre de 2009

"La justicia” en la Suprema Corte

Sandra Lorenzano



En México hay un altísimo porcentaje de personas en la cárcel esperando que les dicten sentencia. La duración de los procesos (y la referencia a Kafka implícita en este término no parece casual) excede vergonzosamente los plazos establecidos por la Constitución. Esto quiere decir que quizá muchos de quienes (sobre)pueblan nuestros reclusorios sean inocentes, o hayan ya cumplido el tiempo que les correspondería como pena. Por supuesto, la mayor parte de estas demoras se da entre gente de escasos recursos, entre otras cosas por la ineficiencia y la corrupción de los “abogados de oficio”, tal como lo reportan los informes de la Comisión de Derechos Humanos del DF sobre el tema. Archivos y más archivos, expedientes y más expedientes se acumulan, amontonados, amarillentos, olvidados, postergados, en más de una oficina. Ya lo contó José Clemente Orozco en uno de los murales que pintó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y este es sólo uno de los vicios de nuestro sistema judicial.
Por otra parte, muchos delincuentes circulan libremente junto a nosotros, habiendo convertido a nuestro país en uno de los más violentos e inseguros del mundo. Claro que muchas veces estos delincuentes usan uniforme u ocupan cargos públicos.

De estos temas habla, entre otras cosas, la obra que Rafael Cauduro realizó, casi siete décadas después que el muralista tapatío, también para la SCJN. Su título es La historia de la justicia en México y fue inaugurada el pasado mes de julio. De estos temas habla. De las terribles fallas del sistema de justicia mexicano. O dicho de otra manera: de algunos de los rostros de los condenados de la Tierra.

En una superficie de 290 metros formada por ocho muros ubicados en tres niveles, en la llamada “escalera de magistrados”, los “siete crímenes mayores” que ahí aparecen son una bofetada de realidad en el recinto que ocupa la autoridad máxima del Poder Judicial. Imágenes de homicidios, violación, secuestros, torturas, procesos viciados, represión estatal nos golpean desde esas paredes convertidas en denuncia y recordatorio permanente de nuestra ensangrentada cotidianidad.

¿Habrán pensado en algo así los máximos jueces de la nación al encargar el proyecto? El día de la inauguración, el ministro Ortiz Mayagoitia hizo votos para que las futuras generaciones vieran esta crítica como aquello que nuestro país logró superar. El pintor fue quizá menos optimista; frente al panorama actual no se trata, dijo, de hacer “celebraciones” de ningún tipo al hablar de la justicia.

Por supuesto que, a pesar de una que otra denuncia, son mucho más tranquilizadoras las imágenes creadas por Luis Nishizawa, Leopoldo Flores e Ismael Ramos para las otras tres esquinas del recinto. La propuesta de Cauduro es artísticamente sorprendente. Simbólicamente brutal. No parece haber salida posible en los relatos que cuentan esos muros convertidos en pesadilla.

Allí está el tzompantli cuya vista recibe cada día a los ministros cuando pasan del estacionamiento a la puerta del elevador que los llevará a sus oficinas. No dudo que muchos de ellos entren mirando al suelo o desviando los ojos. Las hileras de cráneos sobrecogen a pesar de la pátina que les da el “tranquilizante” relato de la arqueología. Está también la “sala de expedientes” —mi fragmento favorito del mural—, con el óxido que cubre por igual los legajos y los rostros desesperanzados que alcanzan a vislumbrarse en los cajones, como fantasmas de la angustia y la resignación. Sobre otro de los paneles, la perspectiva nos envuelve en el vértigo de la caída para llevarnos al fondo de un pozo; allí compartimos el espacio con un cuerpo cuya silueta está señalada con una línea blanca.

¿Quién ha cometido el crimen? ¿Alguno de los cientos de reclusos que se asoman por los barrotes de una cárcel cuya diabólica estructura se pierde en un horizonte sin salidas? ¿O el secuestrador que tiene arrinconado en un cuarto a un hombre de camisa blanca y corbata? ¿O tal vez el que ha violado a la mujer que sangra sobre una silla? ¿O quizá alguno de los que miran desde “afuera” como si se tratara sólo de un espectáculo? Lo turbio, lo oscuro, lo perverso, lo violento de nuestra sociedad y su sistema de justicia está ahora sobre los muros que ven cada día los funcionarios del máximo tribunal de la nación. Ni más ni menos.

El trabajo de planos y perspectivas es magistral. El mensaje, desconsolador. Esas escenas que rematan con la represión a una marcha que a, su vez, sale de una pared grafiteada que, a su vez, es parte de los cuerpos de los soldados que, a su vez… en un juego de cajas chinas que recuerda en algo a los laberintos visuales de Escher, pero pasados por el horror de nuestra realidad nacional, buscan la continuidad entre la calle y el silencio del recinto. El inicio de la escalera está junto a una puerta que da al exterior. La semejanza que desde ahí se ve entre lo pintado por Cauduro y el “cuadro viviente” que ofrece el Centro Histórico no es mera coincidencia.

En el último piso unos uniformados montan guardia sobre los vidrios (de hecho, Rafael Cauduro fue el único de los artistas invitados a pintar en los muros de la Corte que utilizó y modificó también las ventanas). Tras esas figuras militares o policiales, un grupo de ángeles con rostro de mujer intenta desplegar las alas. Si lo lograrán o no es una de las tantas preguntas que quedan abiertas. Del inframundo de los cráneos que nos reciben en el sótano a un cielo que dudosamente pueda consolarnos.

Las respuestas —después de las resoluciones de Acteal, del caso Lydia Cacho, de los curas pederastas, del nombramiento del nuevo procurador general de la República, de los también “nuevos” 6 millones de pobres, de los más de 14 mil asesinados en lo que va del sexenio, de los narcotraficantes en las listas de Forbes, etcétera, etcétera, etcétera— pueden ustedes imaginarlas.




Escritora

29/9/09

¿Justicia?


¡¡Excepcional la obra de Rafael Cauduro en la Suprema Corte de Justicia de la Nación!!

20/9/09

A GUIT IUR!!! (o "Feliz año nuevo" en la vieja lengua que hablaban los abuelos)

Travesías de domingo


Acabo de recibir un libro delicioso - A Plea for Eros - de una de las narradoras que más me interesan en este momento: Siri Hustvedt. Se trata de un conjunto de ensayos de corte más bien autobiográfico, que exploran la memoria personal y familiar así como el contexto en que surge la escritura, en relación con el propio oficio literario.
Va un parrafito, sólo para abrir boca:

"In my walking life, I'm a woman, buy sometimes in my dreams I'm a man... In every book, the writer's body is missing and this absence turns the page into a place where we are truly free to listen to the man or woman who es speaking. When I write a book, I am also listening. I hear the characters talk as if they were outside me rather than inside me.(...) ...when I write the same ambivalence becomes muy liberation, and I am free to inhabit both men and women and to tell their stories."

Vale la pena acercarse a las dos últimas novelas de Hustvedt publicadas en español: Todo cuanto amé y Elegía para un americano (ambas están en Anagrama). Siri Hustvedt es una maestra de la construcción narrativa, con una prosa tersa y compleja a un tiempo, con un excepcional diseño de personajes. Son las suyas narraciones inteligentes, sumamente elaboradas, profundas, con una sensibilidad seguramente enriquecida, entre otras cosas, por sus años de dedicación a la crítica de arte. En este campo, sus ensayos compilados en el libro Mysteries of the Rectangle muestran su veta más analítica y reflexiva.

Parece que este año podremos escucharla en la FIL de Guadalajara. Ojalá...

8/8/09

Ay, Rosario...

Sandra Lorenzano
Publicado en El Universal
Viernes 07 de agosto de 2009

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/45153.html


Una de las novelas que no sólo más profundamente me ha marcado en términos personales sino que considero fundamental para entender el México de hoy —a pesar de que apareció en 1957— es Balún Canán de Rosario Castellanos. En esas páginas en las que se cruzan las palabras de una narradora niña con la memoria ancestral de los pueblos indígenas, la corrupción oficial con la prepotencia de los latifundistas, el alcoholismo con la violencia dentro y fuera de cada hogar, aparecen los claroscuros de una realidad signada por las desigualdades, el sexismo y la explotación.
Allí están muchas de las respuestas para quienes en enero de 1994 se preguntaron con una mezcla de perversa ingenuidad e irresponsabilidad: “¿Cómo? ¿Todavía pasan estas cosas en Chiapas?”. Casi 40 años antes, Rosario Castellanos las había visto, las había sufrido, las había señalado. Pocos, muy pocos quisieron verlo entonces. Muy pocos quieren verlo aun ahora.

Balún Canán es sobre todo una novela sobre el poder. Una novela política en el mejor sentido, en la que está presente tanto la política nacional —desde la conquista al gobierno de Lázaro Cárdenas— como las micropolíticas que arman el tejido de nuestra cotidianidad. Castellanos, de cuya muerte se cumplen 35 años hoy, había aprendido en carne propia que “lo personal es político”. Sobre todo para las mujeres. El sector más oprimido de los oprimidos en las páginas de la novela. Y fuera de ella. La discriminación y la opresión construyen una pirámide en la que quienes están abajo son también los que menos tienen, los más desposeídos, los indios, pero hay además otra línea que atraviesa esa pirámide: la del género.

Sin duda muchas cosas han cambiado desde que se publicara el libro, o desde que una jovencísima Rosario se atreviera a pensar la filosofía que aprendía en la UNAM desde otra perspectiva, con otra mirada: la mirada oblicua, cuestionadora, de las mujeres inteligentes. Muchas cosas han cambiado. Muchas otras no, o no de manera homogénea en todo el país.

Por recordar sólo lo que sucede en Guanajuato, cito lo que escribió hace dos semanas, en este periódico, José Gerardo Mejía: “Por recomendación de la Secretaría de Gobernación, el Sistema Nacional para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres rechazó conformar una comisión investigadora para esclarecer distintas agresiones a los derechos humanos contra mujeres, incluida la violación de una menor de nueve años de edad”. Por recomendación de la Segob. ¡Caramba! Y podríamos hablar también de los crímenes que continúan impunes en Ciudad Juárez o en el estado de México (que tan “glamoroso” se presenta en otros aspectos) o en la frontera con Guatemala. O pensar en el caso de Ernestina Ascencio o en el de las hermanas triquis Daniela y Virginia, por si queremos decir algo de las constantes violaciones a los derechos humanos por parte de nuestro patriótico Ejército. Vale la pena entrar al sitio del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio y darle una mirada a los aterradores datos que presentan.

O podríamos pensar en el retroceso en cuanto a legislación sobre salud reproductiva que ha habido en varios estados. Desde la histórica sentencia de la Suprema Corte en la que declara la constitucionalidad de la despenalización del aborto en el DF en las primeras 12 semanas de gestación (http://informa.scjn.gob.mx), 14 estados modificaron sus constituciones para “proteger la vida desde el momento de la concepción/fecundación”. Esto se traduce en la vulneración y desconocimiento de los derechos fundamentales de las mujeres, como el derecho a la vida, a la intimidad, a la libertad y a la autodeterminación reproductiva, todos reconocidos por la Constitución. Así lo argumentan las más de 500 mujeres que se han amparado contra las decisiones de las autoridades locales.

Es evidente la flagrante complicidad de muchos de los organismos oficiales con los sectores más conservadores de la sociedad. El desplegado redactado en el marco de la Cuarta Reunión Nacional de los Mecanismos para el Adelanto de las Mujeres en las Entidades Federativas del Sistema Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, entre otras cosas, dice: “Exigimos que los institutos de las Mujeres y las dependencias federales, estatales y municipales cumplan con su responsabilidad jurídica de hacer realidad el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia”.


Como plantea la antropóloga de la Universidad de Brasilia Rita Segato, en el caso de la violencia contra las mujeres no estamos hablando de “violencia de género, sino sobre cómo el género es violencia y esa violencia es la fundadora de todas las otras formas de violencia. (…) El género es —desde esta perspectiva— una máquina genocida”. Ay, Rosario…


Escritora




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1/8/09

Libros y más libros

Mi amiga - y estupenda fotógrafa - Moramay Herrera Kuri, que trabaja en el Fondo de Cultura Económica, me hace las siguientes preguntas:

A tu juicio, cuáles son los 10 libros más importantes que se han publicado en el Fondo a lo largo de estos 75 años, o tus favoritos en realidad...

La segunda es cuál es tu experiencia como escritora, lectora o editora del Fondo. Lo que queremos es que nos narres alguna anécdota o experiencia que hayas tenido en el FCE.

Va mi respuesta:

Empiezo por la segunda pregunta que, en realidad, da la clave para la primera:

Desde que tengo memoria, mis padres guardaban en el clóset más alto de la casa – después aprendí que eso en buen idioma argentino se llama “baulera”, aunque en mi casa se llamara simplemente “el placarcito del baño”, porque curiosamente esa especie de tapanco de entrada pequeña pero muy profundo, estaba en el baño (¿qué habrá pensado el arquitecto que diseñó la casa en los años 40? Si es que la diseñó un arquitecto, claro. Nunca lo supimos a ciencia cierta) -, pero bueno, a lo que voy: decía que guardaban en ese lugar varias cajas (¿cinco, seis, ocho? Como todo recuerdo, éste es incierto) con libros. Me sorprende la normalidad con que veíamos nosotros, los chicos, allá por los años sesenta, que una parte de la biblioteca familiar estuviera oculta. Parecía tan natural como el pan con manteca y azúcar de las mañanas, o las "vueltas manzana" en bicicleta, o las moscas del verano porteño. Sabíamos que había habido un golpe de Estado hacía poco tiempo. Me acuerdo del momento en que entró una vecina mientras desayunábamos y le dijo a mi mamá: “Graciela, prendé la radio que hubo golpe”. Pero como ése no era el primero ni sería el último, las cajas con libros (“huacales”, en realidad, dicho en mexicano) estaban allí y seguirían allí por diez años más. Iba a escribir para siempre, pero no fue así.
Cuando el 24 de marzo de 1976 hubo un nuevo golpe militar, mi padre decidió que era el momento de deshacerse de la parte más querida de su biblioteca, la del “placarcito del baño”. Empezamos entonces a usar más que nunca la parrilla del fondo del jardín. Todas las noches, encendíamos el fuego para ir quemando el tesoro de la familia. Todos llorábamos. ¿Sería cierto que no había otra forma de salvar la vida? Papá ya había estado preso por “ideólogo de izquierda” (?) en el 68 y parecía que ahora “la mano venía más dura”. Deshacernos de los libros era protegernos. Varias noches repetimos el ritual, hasta que un vecino, de los muchos cómplices del autoritarismo que rondan siempre por ahí, comentó una tarde: “¿No está haciendo demasiados asaditos, doctor?” Fin de las fogatas.
A partir de entonces, llenábamos maletas y las tirábamos al río. Otra vez, claro, llorábamos todos. Lo que vino después es historia conocida: la represión, los desaparecidos, el exilio. Los libros del placarcito fueron las primeras víctimas de la familia.
Cualquiera que conozca el catálogo del Fondo puede imaginarse cuántos de sus títulos murieron en la hoguera. Yo recuerdo algunos en este momento:
Los dos tomos de La breve historia de la Revolución Mexicana de Jesús Silva Herzog (¿cómo iba a estar en un lugar visible un libro con la palabra “revolución” en el título. Cuando llegamos a México y descubrimos que acá se llamaba así la avenida por la que caminábamos todos los días para ir al colegio, pasando por el mercado de Mixcoac, no podíamos creerlo.)
Los de abajo de Mariano Azuela. Un título demasiado “populista”.
El pensamiento hispanoamericano de José Gaos. Era sospechoso a pesar de que no dijera “latinoamericano”, palabra mucho más subversiva. Y por supuesto todo el marxismo publicado hasta ese momento.

En mi catálogo personal se suman muchos libros del Fondo a los que vuelvo una y otra vez, para escribir sobre ellos, para dar clases o simplemente por el puro “placer del texto”.
Pienso, por ejemplo, en El llano en llamas que fue el primer libro que me regalaron en México. Me lo dio Pilar García Fabregat que era mi profesora de historia, con una hermosa dedicatoria que me invitaba a conocer de verdad mi nuevo país. Después corrí a la librería a comprar yo sola Pedro Páramo, por supuesto.
Pienso en Balún Canán de Rosario Castellanos que me enoja y me conmueve por igual cada vez que lo leo. O en los cuatro tomos de las Obras Completas de Sor Juana que otra maestra – Anamari Gomís - me regaló cuando entré a la Facultad.
Pienso en Libertad bajo palabra y en El arco y la lira. Los dos libros que me resultan más entrañables de Octavio Paz. En Memorias póstumas de Blas Cubas de Machado de Assis. O en Arte y poesía de Heidegger al que llegué gracias a Paul Celan.
Y muchos otros que me han revelado mundos – exteriores e interiores – y que me acompañan de manera cómplice y generosa en la vida. Lejos de cualquier tapanco.

31/7/09

El triunfo de la "narcocultura"

Sociedad / íconosEl triunfo de la "narcocultura"

Canciones populares, ropa fabricada especialmente y una imagen social que penetra en la juventud son algunas marcas del narcotráfico que, una vez globalizadas, impactan en la sociedad más allá de las políticas contra la droga

lanacion.com | ADN Cultura | S?do 2 de mayo de 2009

Dos joyas filmadas por mujeres

 En los días en que estuve a media máquina vi dos joyas filmadas por mujeres:  - "Atlantics", película franco senegalesa de Mati D...